UNA LEYENDA CON TOQUES DE SAINETE Y MUCHO TÓPICO...





A la memoria de Rosario Urzelai, que allá donde esté ya se habrá encontrado con Mari Carmen y Jose. 
(Bihotz bihotzez,  eskerrik asko...)




El tren llegó a la estación, y de él, bajó, con cara de estar aun a varios cientos de kilómetros,  ese que escribe mal, y aun así sigue escribiendo. Como siempre,  parado bajo la enorme  vidriera, repasó todos los motivos que le habían llevado, otra vez, a hacer ese viaje; y como siempre, terminó concluyendo que la devoción siempre antecede a la obligación, y los deberes que a La Villa le habían llevado. bien  podían esperar...



A su paso y entre traspiés, se fue metiendo en una ciudad que siempre le era conocida, y que él sabia,  nunca le habría de traicionar.
y así, a paso placentero, comenzó a pensar en la vieja leyenda que hacía ya muchos años, en un largo viaje al sur, le contaron. 




Y en aquella leyenda, o mejor, en la parte amable y de sainete que tenia la historia, ¿que personaje podría asumir un "pasavemira" cualquiera como era él? ¿podría representar el papel del prospero y avispado comerciante con apellido de gran benefactor? No, ese no era su oficio ni mucho menos su vocación... 





O tal vez... Sí... Él seria, el muchacho de Arratia, que llegó a La Villa, en el tranvía de Lemoa, y que al llegar, le pasó como al ingles de la "bilbainada",  que de tanto comercio, y de tantos comerciantes, se quedo espantado. Un recién llegado a  las siete calles, donde quiso comprar queso, y le vendieron chorizos. Quiso comprar unos zapatos, y le vendieron una chaqueta a cuadros.



Poco tiempo tardó en gastar los cuatro duros y las dos perras que llevaba encima. El mismo tiempo que tardó en olvidar  los talos para desayunar, almorzar y cenar; y hasta, comenzó a olvidar el caserío donde había nacido. En las pocas horas que llevaba en la Villa, había visto el porvenir que se abría ante él. A pesar de ser un mal estudiante, de tener una ortografía y una caligrafía infames; él joven recién llegado, se tenia por un muchacho despierto y muy resuelto. Con lo que probó a colocarse de mozo en el almacén de un prospero comerciante de la ciudad.




El joven , hizo valer todo el capital que tenia, que no era otro, que el que tiene todo aquel que llega a la ciudad desde el pueblo: Ganas de trabajar, fuerza, y honradez. Un capital, que siempre es dilapidado por los ricos comerciantes. En pocos meses fue prosperando en su nueva vida y asi se ganó la confianza del rico comerciante.




Soplaban vientos de guerra en la ciudad, y tocaba prepararse para el huracán : Los militantes para luchar, las gentes para sobrevivir, y los comerciantes para llenar, más aun, sus siempre repletas bolsas. En el almacén donde trabajaba el joven, el trajín alcanzaba niveles casi de manicomio. La campana de alarma había sonado, y no cabía otra que atenderla, haciendo pedidos de patatas, harina, y vino. El amo, a toda prisa, pero con tiempo de salir corriendo, como hacen siempre los amos, encomendó al joven la tarea de terminar el pedido a los proveedores, Y el muchacho ,  ignorando, su pésima caligrafía, e ignorando tambien que por ese gesto de algún modo pasaría a la historia...



Con letras que parecían una procesión de hormigas celebrando el día del Corpus, y con números que más que cifras precian los pasos de baile de un borracho; escribió el pedido y en él las, hoy famosas, 100 o 200 bacaladas en salazón que le habían ordenado pedir... Al Recibir la hoja, con  aquel baile de números y letras , el proveedor solo acertó a entender 1000200 bacaladas en salazón. y el buen hombre se dispuso a servir lo que le habían pedido. 



Cuentan, que al ver los cajones de madera con el 1000200 bacaladas que inundaban el muelle, los gritos y las maldiciones del amo  se podían escuchar desde el Muelle de Artaza, hasta el de los Ingleses, que los gritos resonaron más que el estruendo de los cañones que comenzaban ya a poner sitio a la Villa.



A ese que escribe mal, no le costó nada imaginar el final de la historia: Una ciudad sitiada, y un comerciante que por el "error" de un empleado, dispone en cantidad,  de un alimento que se conserva durante mucho tiempo... El rico y el poderoso, siempre triunfa. 



Y la ciudad que el amaba tenia la ventaja de convertir el sudor y el sacrificio de todos los que la han hecho, en rincones que a él le parecerán siempre bellos.




Con este pensamiento, ese que escribe mal, y aun así sigue escribiendo, volvió a la prisa y a los motivos que a esa ciudad le habían llevado.

(Laister arte, Bilbo...)



Las fotografías de esta entrada pertenecen a la serie Bilbo, y han sido tomadas en pelicula de 35 mm. en la primavera de 2019.



















 

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