DE AVERÍAS Y RETRASOS

A ese que pretende describir lo que ve y lo que siente, se le ha estropeado el ojo mecánico; y como las letras las junta con  poca gracia y menos técnica, se ha quedado sin manera de contar lo que siente.


Él, quería hablar de la vergüenza, la indignación, y el asco que siente cuando le hablan del dineral que se mueve alrededor de los Mamarrachinha, Tontoyeski, o Chorralai. esos niños pera de barrio más o menos bajo, que se ganan la vida a fuerza de dar patadas a una pelota de cuero. Y la tarea se la  encomendó a Pasavemira y a Olipen, que pergeñaron toda una historia cargada de estampas más o menos simbólicas, más o menos cargadas de sentimiento. El ojo de uno, y el lápiz del otro, fallaron dejando al que escribe sin poder contar acontecido alguno, con lo que se sentó a pensar...


Para salir del apuro, ese, se ha acordado de Ruth, la niña que Ivánn conoció durante el verano. Y como si fuera el guión de un culebrón, había traído a la niña a pasar un fin de Semana con Iván y su madre; de modo que la anécdota comenzaba a plantearse mas o menos así:


Los días se van acortando, la luz se vuelve más pesada, más dura, y la actividad en pieza a marcar las vidas de todos...


Pero esto ya es otra historia que en cuanto puedan contaran sus protagonistas...

(las fotografías de esta entrada pertenecen a la serie "Delirios" y han sido reeditadas a finales del verano de 2017)  

SOBRE EL NOMBRE Y EL QUIEN...

Está mañana, ese que escribe mal, ha pretendido reflejar, como siempre,  su sentir y su pensamiento a través del sentir de todos y cada uno de los que forman su bestiario más intimo.


El muy iluso, pretendía que Olipen, Lali, Pasavemira y hasta el jovencito Ivan; caminaran un trozo de suelo narrando algunos de los porqué del nombre y el quien de ese pedazo de mundo. Como era de esperar el paseo se ha quedado en agua de borrajas, y el Espinazo de las Españas  sin la visita de tan ilustres visitantes:


Olipen, al escuchar la proposición se ha ido a la raíz del problema: ¿Que narices le importa a él  el sentir de unas gentes que viven a seiscientos y pico kilómetros de su casa? ¿Que sabrá él del sentir de todas esas gentes? Sin esperar respuesta a las preguntas, ha decidido no salir, y quedarse tratando de reparar el ojo mecánico que el otro día les jugó una mala pasada.


Lali, en silencio piensa en Ivan, y ahora un poquito en ella. Quiere que los dos puedan elegir su futuro y marcarse su destino, sin más... Y que peleará con uñas y dientes como ha hecho siempre por que esto sea así.  El nombre y el quien del sitio donde vive, la importa muy poco, ella nunca se ha preocupado de esas cosas.


Pasavemira, era el que más quería ir. A él le hubiese gustado ir a las ruinas de alguna ciudad arrasada por la sin razón de algún general esquizoide o buscar nombre y quien
en la  torre de una iglesia abandonada, que emerge vencida  de las aguas de algún pantano: El quien de un pueblo disuelto y anegado en nombre del bien común. Un bien que  Pasavemira no llega a comprender. Será porque es muy inculto, o por que solo es una linea  trazada a lápiz en un cuaderno escolar; esas cosas le enervan y prefiere no ser testigo de ellas.


Ivan, no piensa en solares. Desde julio solo hay un nombre que le interesa, un quien del que quiere recordar todo: sus gestos, una manera determinada de andar, y quiere aprender a desabrochar un sujetador, y... Siente un cosquilleo constante en el estomago que parece que no quisiera apaciguar. Su madre, le ha dicho que si quiere a alguien, no debe de apretar, que puede asfixiar a ese alguien, y que si esa persona quiere, ha de dejarla marchar sin más trabas que una lagrima en el ojo y una frase triste. Y que sobre todo, y ante todo, escuche siempre al ser que ama. Y así se esta comportando con Ruth y con todo.


Ese que escribe mal, tampoco ha querido ir. El sabe algo del nombre y el quien del suelo que pisa, y conoce  alguno de los motivos, e incluso ha intentado meterse en la maraña de argumentos de unos y de otros, aunque ninguno le convence  demasiado. Hace muchos años el se hubiese sentido identificado con la razón de alguno y con más pasión que argumentos hubiera defendido una postura que hoy se le antoja más que pueril casi salvaje. De esa lepra, que le estaba destruyendo, hace cerca de treinta años que se curó, y la bacteria causante fue repudiada de su yo.  Ahora, con la misma    pasión si cabe, con la que antes defendía la intransigencia, ese que escribe mal, defiende el derecho de las personas y los pueblos a decidir su futuro, ni más ni menos, y se pone enfrente con toda su pasión y sus fuerzas de quien pretende impedirlo.


Las fotografías de esta entrada pertenecen a las series: "Valsain" "Entornos" y  "El espinazo de las españas" y han sido reeditadas a final del verano de 2017.


AL ENTRAR EL OTOÑO

Y otra vez los frenéticos atardeceres de otoño. Ese tiempo que por igual invoca a la prisa y a la actividad. Lali tambien parece haberse contagiado de ese frenesí y anda a toda carrera: recogiendo, limpiando, preparando la casa, arreglándose ella. Dentro de apenas una hora, llega Ivan después de haber pasado las vacaciones con su padre. 


En el taxi, camino de la estación, ella piensa en que su Aidi  ya no será aquel gorrión sin apenas plumas que se fue a finales de junio para pasar el verano. Cuando la vea y la abrace, sabe que lo primero de lo que la va a hablar va a ser de Ruth. Una niña un año mayor que él con la que ha pasado casi todo el tiempo, más que con su padre, con quien definitivamente ha roto vínculos de afecto.

   
Ella sabe, aunque la  haría muy feliz que Ivan se lo contara: una noche de julio, en la escollera del puerto, Ivan dio su primer beso. Algo que el muchacho recordará toda su vida como algo bello, tremendamente bello.



Y tambien la va a  hablar de aquella botella que tiraron al mar Ruth y él, una botella con una nota dentro. Un mensaje de apoyo y animo que incluía las coordenadas de las casas de los dos por si algún naufrago huido de la barbarie la encontraba y necesitaba de ellas.

  
-Hemos llegado. 11,25 -la voz del taxista la sacó de sus pensamientos. -Está bien, gracias -contestó ella alargando el brazo para dar los billetes.  Se sentía feliz, orgullosa de su hijo. Sentía como todos los sin sabores y las peleas de años, al final habían llegado a buen puerto. Aunque ahora solo quería que el tren llegara para abrazarse a su Aidi. 


Las fotografías de esta entrada pertenecen a las series: "NATURALEZA IGNORADA", "MEDITERRÁNEO", "AV" y "FERROCARRILES". y han sido editadas a final del verano de 2017.