Y otra vez los frenéticos atardeceres de otoño. Ese tiempo que por igual invoca a la prisa y a la actividad. Lali tambien parece haberse contagiado de ese frenesí y anda a toda carrera: recogiendo, limpiando, preparando la casa, arreglándose ella. Dentro de apenas una hora, llega Ivan después de haber pasado las vacaciones con su padre.
En el taxi, camino de la estación, ella piensa en que su Aidi ya no será aquel gorrión sin apenas plumas que se fue a finales de junio para pasar el verano. Cuando la vea y la abrace, sabe que lo primero de lo que la va a hablar va a ser de Ruth. Una niña un año mayor que él con la que ha pasado casi todo el tiempo, más que con su padre, con quien definitivamente ha roto vínculos de afecto.
Ella sabe, aunque la haría muy feliz que Ivan se lo contara: una noche de julio, en la escollera del puerto, Ivan dio su primer beso. Algo que el muchacho recordará toda su vida como algo bello, tremendamente bello.
Y tambien la va a hablar de aquella botella que tiraron al mar Ruth y él, una botella con una nota dentro. Un mensaje de apoyo y animo que incluía las coordenadas de las casas de los dos por si algún naufrago huido de la barbarie la encontraba y necesitaba de ellas.
-Hemos llegado. 11,25 -la voz del taxista la sacó de sus pensamientos. -Está bien, gracias -contestó ella alargando el brazo para dar los billetes. Se sentía feliz, orgullosa de su hijo. Sentía como todos los sin sabores y las peleas de años, al final habían llegado a buen puerto. Aunque ahora solo quería que el tren llegara para abrazarse a su Aidi.
Las fotografías de esta entrada pertenecen a las series: "NATURALEZA IGNORADA", "MEDITERRÁNEO", "AV" y "FERROCARRILES". y han sido editadas a final del verano de 2017.
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