BAJO DOS TRICOLORES



Hoy, o ayer, años a, varios vehículos blindados  circularon por las calles de París hasta tomar posiciones en los lugares más emblemáticos de la capital de la Francia. Hoy en todas partes mucho se ha hablado de aquel hecho: Que si apátridas, o Republicanos Españoles, que no españuelos; que si héroes libertadores ignorados durante años o simples soldados de un ejército vencedor...


Todo eso, a ese que escribe mal, y aun así lo sigue haciendo; hoy no, ayer a lo mejor, si le hubiese interesado, pero hoy, el hecho le importa muy poco. Quizás, se interese por la bandera que lucían aquellos soldados casi de película; y, hasta es seguro, que se emocione con las canciones que cantaron aquellos soldados... Él, y que le va a hacer, es un romántico. 


Y es, que ese que escribe mal y aun así lo sigue haciendo, no consigue apartar de su mente la historia de todos esos soldados, desplegándose en orden de batalla por las calles de París. Unos hombres que siendo casi guajes, es muy posible que fuesen quienes socorrieron, sin valorar su vida propia, a la niña Aida LaFuente... A ese otro hombre, cuando era un fornido mutil de Vergara, que vio el horror de la guerra, cuando, ahí arriba, en los Intxortas, se le echó encima todo un ejercito de casi veinte mil hombres ... Y ese jovenzuelo, que conoció a los otros dos en el patio de un convento cerca de Cuatro Caminos, y junto a los otros, más algún catalán de Barcelona,  supieron, más a un, lo que era la guerra, defendiendo un puente que dicen de los franceses.



Ese que escribe, piensa en la atrocidad de aquella guerra, en la atrocidad de la guerra anterior , y en la atrocidad de la guerra que venia en el futuro.. Guerra, en la que  en la que aun sin patria, algunos de estos jóvenes, ya aguerridos soldados, murieron olvidados por todos...


Ese que escribe mal y aun así lo sigue haciendo, es sabedor de las imprecisiones de sus cavilaciones, como tambien es consciente, ojala solo pudiera serlo de los laureles que setenta y tantos años después no hacen más que colgar a los Soldados Republicanos Españoles que bajo dos tricolores, liberaron París.



Y  entre sus pensamientos, con pasmosa nitidez solo resalta la frase de Luis de Castresana: "MALDITA GUERRA, MALDITAS SEAN TODAS LAS GUERRAS"

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