LA MIRADA DE BOYKA

(Hay imagenes que la retina registra, y la mente mantiene con toda nitidez a lo largo de los años. Esta historia surge  de la reiteración de un cruce de miradas, en un vagón de metro y desde un coche que atravesaba la Casa de Campo de Madrid.)  



 Aún faltaban  dos horas para anochecer, y,  el parque mudaba los cueros. Calzaba los burdos zapatos de tacón. Con  pelladas  de maquillaje barato, hacía que su tez pareciese más provocativa, más  atrayente, más vulgar. Todo hasta quedar  convertido en el triste decorado por el que a raudales, corre el icor de la hipócrita supuración nocturna.






Boyka se dirigía hacia ese lugar. Sin sentimiento. Sin emoción. Con deshumanizada indiferencia, bajaba las escaleras del metro.




 Tenía treinta  y dos años años, y no se sentía ni vieja ni joven. Ya no recordaba cuando dejó de sentir sus nalgas, como un pedazo de lukanka. Y Boyka,  no se se acordaba  de la mañana  en que dejó de sentir el dolor de los golpes.  Y, cuando Blazhe se marchó, ni siquiera sintió  alivio, otros vendrían a demoler su cuerpo; que tampoco lo sentiría.




Tumbada en el sucio banco de madera, ya no sentía el hedor de los jadeos. No sentía el dulzón impacto de la baba al caer sobre su pecho. Solo sentia el frio de la madrugada que la atravesaba y la sujetaba a aquel banco de mugrienta madera.


                         



Boyka ya no sentía la  nausea. Ni su boca notaba  el sabor a carne de cerdo,  a tabaco,  y a whisky de la lefa caliente. Ni sentía la aspereza del pañuelo al ser frotado en su boca. Boyka, recostada contra el viejo pino, frente a la caseta del vigilante, no era capaz de sentir el tacto de los tres billetes que serian, su sustento del día siguiente. 





La noche terminaba, y el parque abandonaba el cuero para cubrirse con el lino de los niños jugando. Los abuelitos paseando. Los deportistas cultivando el cuerpo. Y, los poetas, tratando de cantar  a la belleza. El parque se vestía de inocencia,  para dar fondo a los primeros besos de jóvenes ávidos de  experiencia y vida.




Boyka bajaba de nuevo al metro, con la sensación de abandonar un siniestro inframundo. Sintiendo miedo y asco. Sintiendo como la vida se la iba de las manos. Queriendo volver a sentirse humana.





Las fotografías de esta entrada pertenecen a las series: "La mirada de Boyka" y "Ferrocarriles" y han sido realizadas al comienzo del otoño de 2009 y al final del verano de 2018. 




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