Castilla,
el mundo al que por todas partes puede irse.
Camilo
José Cela
Andando
un retal de país al modo Celiano...
Las
mañanas son para discurrirlas a pie, ligeros, con la impedimenta
justa y el animo bien abultado. Cuando mella el calor, refrescarse y
aliviar la sed en una fuente de buena y fresca agua, y cuando agobia
el medio día, descansar bajo una encina.
Pasavemira
y Olipen son fieles seguidores de esta regla; y cuando salen no
suelen portar más perrechines que un ojo mecánico, un cuaderno
escolar con dos lapiceros; y, el animo siempre dispuesto.
Ni
media legua llevaban andada cuando se toparon con el cerro
Matabueyes, aviso a viajeros y a paisanos, del final de los paramos y
del paisaje agreste de la Vieja Castilla. Justo antes de comenzar el
serpenteante camino, en una enorme explanada, que bien pudiera haber
sido un castrum romano. O un palenque donde celebrar justas y
torneos medievales. O un campo de batalla, en una guerra moderna. De escenario para todos estos menesteres pudo haber servido el solar, y sirvió, gracias a la ciencia cinematografía.
Justo
en el centro de la explanada, como un hito, vayan ustedes a saber de
que, se haya un cristo en su cruz, bien ponderado, desafiante ante
las montañas, los caminos, y el valle, que según dicen, avisa que
se está en tierra de cristianos.
Un
hombre viejo, enjuto y ajado; hecho como de trozos de madera mal
encolados, andaba a cabezazos con lo más divino de la cruz.
-¡Va
usted a hacerse daño! -inquirió Pasavemira casi con estupor.-O me
doy de golpes contra el cristo o cojo la escopeta y me lio a tiros
contra todos los palazolenses, que ya es sabido que son todos mala
gente -contestó el viejo sin dejar las violentas rogativas.
-No
hombre, alguno habrá que sea buena gente -intervino Olipen. -Quia,
si le hay yo no le conozco.-Si usted lo afirma así, con esa
convicción... Nosotros somos forasteros... -atajó Pasavemira, más
acostumbrado a bregar en estas lides. -Verán ustedes, desde aquí
hasta la Playa del Whisky, ahí al lado de la destilería, ¿saben
donde les digo? - Si hombre, como no vamos a saber – afirmaron los
dos. - Pues todo eso era de mi propiedad y ya ve como lo
tienen.-Hombre, es el progreso – terció Olipem.- Mismamente, el
día que acabó el rodaje, después de la fiesta en los jardines del
palacio celebramos otra fiesta en la Playa del whisky, a la que
acudieron todas las autoridades; las civiles y las militares, con que
háganse una idea de lo que les digo, las autoridades militares...-
aseveró el viejo muy orgulloso. -y ahora, hay que ver como está.
Quizás
sea por eso, por lo de las autoridades-quiso terminar diplomático
Pasavemira.
-Todo
esto era una fila enorme de tanques, y ahora hay que ver como está -respondió seco el viejo.
-Bueno
nosotros seguimos que hasta el pueblo aun nos queda un trecho y queremos ver los jardines antes de que se eche más el calor.
-Bueno
queden con Dios, que aquí se queda George C. Scot para servirles.
George
C. Scot quedó atrás siguiéndoles con la mirada: desconfiado,
inquisidor, como quien quiere asegurarse de que se vaya el invasor; y
ellos se encaminaron hacia los jardines del palacio.
Las fotografías de esta entrada pertenecen a las series: "La Frontera de Dios", "La puerta de los sueños" y "Jardines" Han sido realizadas en el otoño de 2009, el verano de 2009 y la primavera de 20016.
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