La
atmósfera de los parkings urbanos, viciada y seca, con el olor a
gasóleo, se alea hasta producir un ambiente seco, artificial y
hostil; que ella siempre ha asociado con la soledad.
Entre
columnas de hormigón ennegrecido aparcó el viejo Xsara, lo
cerró y, agilizó el paso para salir pronto de aquel lugar. Ya
fuera, poco a poco, fue envolviendo su cuerpo en el ambiente sabadero
y jovial de la ciudad. Al llegar al final de la calle, donde él
esperaba, también dejó que besara su mejilla.
Quince
mil ochocientas, fueron las palabras que pronunciaron aquella tarde.
Dos mil novecientos, los sentimientos compartidos al caer la noche.
Mil, fueron las carcajadas de todo tiempo, y cerca de ochocientas
fueron las sonrisas que se asociaron a la velada. Cuarenta, las
frases intrascendentes que se dijeron. Dieciséis, fueron las veces
que los cuatro ojos se desearon, en la noche. Y dos, los besos
robados a la adolescencia.
Ahora,
caminaban con pasos cómplices y palabras pausadas; iban hacia el
final de aquel largo instante. Baja conmigo a por el coche, por
favor. Luego te acerco a donde quieras -dijo ella.
No hubo respuesta. Sí, un brazo ascendiendo sutil por su espalda,
hasta llegar al hombro; atrayente, era un brazo que abrazaba y tranquilizaba.
Las fotografías de esta entrada pertenecen a la serie "Los Sentimientos de Lali" y han sido realizadas en el comienzo del verano de 2016.
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