MOVIDA SIN PROMO...



Ese que escribe mal, y aun así lo sigue intentando, es amigo de echar la vista atrás para mirar  cuantos agujeros quedan la valla de su jardín, o el camino andado, que viene a ser la misma cosa. Más, en tardes lluviosas como la de hoy,   el recuerdo  termina siempre dominandolo todo, y él, que le va hacer si tiene viva la memoria...


Como pasa el tiempo. Ni corta ni perezosa Lali sentada en el borde de la cama descorría la cremallera de la vieja bolsa Adidas. De todo lo allí encerrado, dio con el neceser de guatiné estampado con dibujos de cachemir. Liberó el broche para encontrar en el bolso: maquillajes con olor a talco viejo, agresivas barras de carmín, un frasquito de Farala y hasta una pastilla de jabón que parecía un rosetón gótico. Todo ese arsenal dibujó en su cara una sonrisa entre fascinada e incrédula, que venia a decir: ¿y yo me he atrevido a ponerme todo esto? 
Cerró el neceser y con delicadeza, lo depositó en la cama junto a ella; para seguir su prospección en aquella bolsa que parecida esperar en el suelo, entre sus piernas. Viejas blusas, unos vaqueros, en los que resultaría imposible embutir una sola pierna, llamativos tops, y el conjunto aquel, de  minifalda tableada, amarillo limón que hizo babear  a unos cuantos; y, en el fondo de la bolsa estaban las botas de charol amarillo...  


Todo aquel ajuar extendido, ahora, sobre la cama; la trajo recuerdos que por momentos eran alegres y tristes, sórdidos y esplendidos; recuerdos, que en conjunto la llevaron hasta la imagen de Nati que fuera junto con ella camarera en el Pub Tristana, donde anduvo trabajando por aquellos años.
Nati y Lali,  cada noche, al cerrar Tristana, se alejaban juntas caminado; unas veces riendo, otras,  las menos, en silencio, pero siempre juntas las dos. En la esquina de la calle, antes de despedirse hasta el día siguiente, se paraban a conversar, las dos fumaban un cigarrillo y se despedían.  Así estuvieron tres años, Tres trepidantes años de movida... Luego, un verano Lali, dejo el Pub Tristana para seguir otro camino. A Nati, no la volvió a ver más, aunque muchas veces echó de menos aquellos pasos de madrugada,  el resonar firme en la acera de los tacones... Un día, ya, cuando trabajaba en la perfumería, en la Estación de Atocha, Lali creyó verla, supo que era Nati, la mujer que en aquellos pasillos, muy deteriorada, hinchada como un globo, caminaba arrastrando sus, seguro,  que deteriorados pies... Fue el indeseable epílogo de aquellos años locos.


Las fotografías de esta entrada pertenecen a las series "Gran Vía", "Madrid" y "Ferrocarriles"y han sido realizadas en distintos años y en estaciones distintas.

 


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