El café hacia tiempo que se había quedado frío, apartado en la esquina de la mesa reposaba marginado por la libreta escolar, el portaminas, la gramática de bolsillo, más los perrechines de siempre. Y ensimismado, con cara de gilipollas, y gesto tonto, estaba el que escribe; que en pensamiento, al menos, quedaba claro, estaba en otro lugar, a kilómetros de aquella mesa y del bar donde, físicamente al menos, estaba ahora haciendo un muy grato ejercicio de memoria.
Se acordaba de aquella fría tarde de noviembre, cuando al calor de una infusión se sacó a los dos primeros habitantes de esta fantasía para compartir: Pasavemira Y Olipem. Diez mil han sido las personas que desde entonces se han interesado por las vivencias y los sentimientos de estos dos garabatos.
En un centro de Salud, en la sala de espera, donde no se atiende, ni se atenderá jamas los dolores de corazón que aquella mañana padecía; ese que escribe, se inventó a Ruth, una jovencita encantadora, con la que el joven Iván juega, ya a juegos no muy inocentes.
Los sentimientos de Ruth, más las vidas de Pasavemira, Lali, Ivan, y Olipem son una historias que ese quiere seguir contando, al menos hasta que sean otras DIEZ MIL las personas interesadas en ellas.
Las fotografías de esta entrada, son retales y han sido editadas y reeditadas en el invierno de 2017.