La
luz, en estas fechas, y a estas horas, invita ya a recogerse en las
casas. En la suya hace ya rato que espera Iván, repantigado en el
sillón, jugueteando con el último artefacto con botones, lucecitas,
y brillantes colorines, que le ha regalado la novia del padre.
Espera a su madre, que entra en casa maldiciendo los tacones,
anhelando las sandalias, y añorando las desgastadas botas. En el
hall, queda suspendida la libertad condicional que la permite
maldecir y añorar tiempos de libertad. Descalza entra en el salón,
se sienta y pregunta a Iván. Comienza el momento que la
reconcilia prácticamente con todo, ese rato que casi a diario pasa
con su hijo: A veces enredada en una regañina, a veces en un
largo silencio de sentimientos, otras en conversación sincera. Es el
momento del día en que se siente a gusto en esa vieja, fea, y
pequeña casa; se siente a gusto, y hasta en ese rato se olvida de la
mierda de trabajo en la perfumería, y de las miradas cargadas de
baba que la dedica el dueño. Solo de tarde en tarde, en ese rato, se
siente mal; cuando, como ha pasado hoy, Ivan le cuenta las
pretensiones del padre, tal vez conchavado con la novia, que quiere
que Iván valla el curso que viene, al San Lamberto Martir,
colegio concertado bilingüe, y con un equipo deportivo que lo gana
todo siempre. Pretensión, que a Lali le parece una idea sin cabeza,
digna del santo que da nombre al colegio, digna de la novia del
padre, y digna del mismo padre.
El silencio, durante unos segundos, se adueña del saloncito: Iván, con los ojos pegados a los coloritos del chisme, y lali, mirando juguetear a Iván. -Aidy, ¿como vas con el trabajo de lengua? -Bien, el lunes la profe, nos va a preguntar sobre el libro. ¿y Sabes? La profe dice que todas las calles y lugares de ese libro han existido y aun existen... Que a ese barrio se le llama el Madrid galdosiano... Que deberíamos de ir a recorrerlo... Le cuenta Iván a Lali. -¿Quieres ir a verlo Aidy? le contesta Lali -¿Contigo? -Si, los dos, tu y yo. Pasamos la mañana, comemos algo, y luego vamos a casa de los abuelos ¿Te apetece? - Si, pero él sábado tengo entrenamiento con el equipo. -Bueno cuando acabes paso a recogerte y nos vamos. -Sí, fue la respuesta dada.
La
semana pasó como todas. Fue el viernes, al
salir de la perfumería, cuando a Lali la propuso, su amigo, ir el
sábado a cenar algo y a dar un paseo: No puedo, fue la primera
respuesta, luego ante la insistencia termino accediendo,
condicionando el turbado si, a la respuesta afirmativa de Iván al
plan de quedarse la noche con los abuelos.
Llegó
el sábado, y acabado el sagrado entrenamiento, madre e hijo se
fueron a recorrer el barrio donde trascurría la galdosiana novela.
En
la iglesia de Montserrat, a la que le falta una torre, Lali contó a
Ivan una historia de segadores, y otra de cárceles. En la calle de
Quiñones, aprovechando el descuido de un vecino, se colaron en un
portal llegando hasta la vieja portería de la finca.
En
la calle de los Reyes, delante un enorme portón de madera, Lali
contó a Ivan que allí está su instituto, que en ese lugar estudiaba ella,
que
allí mismo había quedado con un amigo que fue compañero de clase
en los tiempos de Maricastaña.
Iván
sonreía con picardía.
Las fotografías de esta entrada pertenecen a la serie: "Malasaña" y han sido realizadas en el otoño de 2015.